La música amansa a las fieras, pero también despierta el desarrollo de los más pequeños. De hecho, gracias a la música los niños crecen en el área intelectual, social, emocional y motora y, a la vez, las canciones fomentan su conocimiento del lenguaje y su capacidad integral de lectura y escritura. ¿Cómo lograr que el conjunto suene bien?
Durante los tres primeros años de vida, la música construye poderosas conexiones entre padres e hijos a medida que los bebés experimentan nuevas sensaciones y sentimientos a partir de los sonidos y ritmos que fluyen a su alrededor. De hecho, se ha demostrado que los niños sienten atracción hacia estos patrones y estructuras musicales. Sin embargo, no todos los bebés reaccionan igual a los estímulos de la música. Según su edad, la experiencia de aprendizaje y su comportamiento serán distintos:
De los 0 a los 9 meses
Tras el nacimiento, un bebé ya distingue la voz de su madre entre otras, y poco tiempo después, ya es capaz de identificar la voz de su padre.
Las voces que atraen a los más pequeños son las de tono agudo y rítmico.
Los bebés llaman la atención de sus padres imitando sus sonidos.
En esta etapa, los niños ya son capaces de reconocer melodías, mucho antes de tener la capacidad de entender los significados de las palabras.
Cuando se les canta, responden moviendo los brazos, pataleando y sonriendo.
Les gusta usar objetos para producir sonidos, simplemente golpeando cualquier cosa con otra.
De los 9 a los 18 meses
A estos niños les encanta compartir la música con los demás.
Una canción conocida les ayudará a sentirse seguros en un ambiente que desconozcan.
La música puede ayudarles a establecer rutinas: por ejemplo, cantar la misma canción todas las noches a la hora de irse a dormir.
Tan pronto como puedan hacerlo, se moverán siguiendo el ritmo de la música. Los verás bailando de maneras nuevas y creativas.
Cuando olvidan la letra de una canción, se la suelen inventar. Esto estimula su creatividad.
De los 18 a los 36 meses
Inventan canciones por sí solos y junto con otros niños. A menudo, un niño se canta a sí mismo para reconfortarse.
Te pedirán que les cantes sus canciones favoritas una y otra vez.
Cuando aprenden a repetir las palabras de una canción, la música les sirve para desarrollar habilidades de memoria.
Disfrutan bailando con otros niños, lo que refuerza tanto el movimiento como la socialización.
Uno de sus juegos consiste en formar una especie de banda musical. Esto demuestra el desarrollo de las habilidades sociales, ya que trabajan juntos y construyen amistades.
En definitiva, la música alimenta la imaginación y la creatividad de los niños. Por tanto, es importante que los padres construyan junto a sus hijos momentos musicales y les brinden la oportunidad que representa la música para interactuar de manera alegre y festiva con otros niños y con las personas que quieren.
A continuación, encontrarás algunas sugerencias para que las apliques en tu día a día:
¡Cántale y tararéale! Da igual si cantas mal, tu bebé será tu público más entregado.
A los niños les gusta ver cómo se mueve la gente al ritmo de la música. Acompaña las canciones, como “Los cinco lobitos”, con movimientos de manos y del cuerpo.
Observa cómo aprende tu bebé: ¿te imita? Escucha cómo el niño copia las subidas y bajadas de la melodía e incluso partes de la letra de la canción.
Cuando ya caminen, disfrutad de canciones como “El patio de mi casa” o “Que llueva, que llueva” bailando y saltando en un círculo junto con sus amigos.
La música es una excusa para hacer más divertidas y fáciles las actividades cotidianas. Inventaros canciones para cepillarse los dientes, lavarse las manos o vestirse.
Ofréceles materiales para crear instrumentos en casa: tambores con las cajas de detergentes, maracas con botellas de plástico llenas de arroz, una guitarra con una caja y una cuerda elástica o una trompeta con un tubo de rollo de papel de cocina.
Vía | faros Sant Joan de Déu
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